miércoles, agosto 26, 2009

Jota

Hoy por la mañana aumentó de dos a tres los ataques de risa que están permanentemente grabados en mi memoria.

El primero fue en algún lugar de Manhattan. Hice una pregunta al aire sobre si documentaba o no mi maleta, pensaba que daba lo mismo dos que una, al final del viaje habría que esperar. El no entendió a qué me refería y le causó gracia no sé qué cosa. Yo empecé a reírme de que no entendiera mi razonamiento, nos tiramos en la cama a reír sin parar apuntándonos uno al otro. Sonrío al recordar ese día en que un enredo sencillo nos hizo llorar de la risa.

Unos años después, anclados en una bahía del Mediterráneo , comimos una pasta tal vez, o a lo mejor uno de esos platos fríos o "crudités". Al llegar a la tabla de quesos, A y yo comentamos de cómo los quesos se debían cortar en secciones del centro hacia afuera para que el centro, que es lo más rico del queso, le toque a todos los trozos del queso. En el mismo instante en que asentía sobre nuestro comentario, el papá de A, corta transversalmente el maravilloso brie de queso de cabra que estabamos comiendo.

A y yo nos volteamos a ver y nos comenzamos a reír. El papá de A, no entendió de qué nos reíamos preguntó qué nos pasába. Las dos lo señalábamos a él y al centro del queso que se saboreaba sin poder articular palabra. No logramos contagiarlo, fue un momento entre A y yo.

Hoy, al despertar, M se metió a mi cama, y se tapó con la cobijita y dijo “ita” y como hago con muchas palabras de las que él sólo menciona la última sílaba le fui diciendo: co-bi-ja, en medio de mis sílabas él repetía: co-bi-ta. Le dije “ja” como “ja-ja-ja”. M se empezó a reír abierta y descaradamente de la jota que hacía yo tronar en mi garganta. Yo me contagié instantaneamente. Cuando estabamos a punto de terminar él volvía a llenar sus pulmones de aire y empezar a soltarlo. Le gustó tanto la sensación de reír así que no quería parar. Luego, se acercó y tocó mi nariz con la suya.

El pronunciar una jota fuerte toma un nuevo significado.