Te fuiste antes de que comenzara a llover. El paso de los coches se oye amortizado por la lluvia. Me sorprende tu olor dulce que permanece en mis manos.
Dijiste que la otra vez me enojé porque te fuiste. “No fue así” -te debí decir- “me enojé porque se habían creado expectativas”. Hoy me va bien cuando llegas, también me va bien cuando te vas. No espero nada. Disfruto el tiempo que tengas y me quieras dar.
Se me traban las palabras cuando me dices que me lees. Tu presencia me pone nerviosa. ¡No sé si todavía te gustaré!
“¿Estás bien?”, preguntas. Sí, estoy bien. Yo no pregunto nada, no hay respuestas que quiera oír. El tiempo pasa sin que lo pueda detener, sin que pueda ponerle un nombre, una seña. Ese rato que estamos nos disfrutamos, ¿nos pertenecemos? ¿Es que eres de alguien mientras haces el amor?
Me gustas por como te das, porque no prometes nada. Me gustas porque construimos los instantes y nos quedamos a platicar en la cama.
Tal vez la próxima vez esté más relajada. Tal vez la próxima vez realmente crea que viniste a verme.